El 21 de abril se cumplen tres años del nombramiento como rector del Padre Carlos María Ayala. Él reflexiona sobre este período al frente de nuestra Iglesia:

¿Cómo valora la experiencia como rector de la Iglesia San Josemaría?

Para contestar esta pregunta debo volver al momento que me sugirieron ser rector. Reconozco que me vi “ahogado” por este nuevo encargo. Ser cabeza (de la Iglesia San Josemaría) me hizo reflexionar con el Señor y decir que es una nueva llamada. La acepté y, como dije en las palabras de inauguración, “pongo la mano para pedir la caridad de una avemaría por el rector, como lo hacía San Josemaría en las grandes reuniones que tuvo en sus años que vivió en la tierra”. Y sigo pidiendo, aunque he notado la gracia que ayuda saber llevar las cargas de todos.

¿Cuál ha sido el aprendizaje más valioso?

Confiar en la oración de todos. Y por supuesto meterme en el Señor. Mi aliado en todo momento siempre ha sido Jesús.

De todas las actividades y proyectos que se han emprendido en estos tres años bajo su rectorado, ¿cuáles usted destacaría?

Mi primera tarea fue la gloria de Dios a través de mejorar la liturgia. Que todos amen venir a escuchar a Dios. Me siento agradecido porque con la ayuda de todos lo vamos consiguiendo.

¿Cómo ve a la Iglesia San Josemaría en cinco años? ¿Y en 10?

Yo he aprendido a dejarlo todo en las manos de Dios. Y vivir un día a la vez. Claro, proyectando en el tiempo a la Iglesia San Josemaría. Creo que si miro para atrás siempre Dios es el Protagonista de todo. Por ejemplo, sin lugar a duda que el reto de la pandemia ha sido el más difícil en estos años, pero con la ayuda del Cielo vamos superando el desafío.

¿Cómo le gustaría que se recordara su gestión al frente de la Iglesia San Josemaría?

No lo he pensado mucho. Quiero decir. Desde el Primer día lo dije a quienes colaboran conmigo. Yo soy un Administrador, no dueño. Lo que debo hacer es administrar y preparar al que venga después. No me preocupa en absoluto dejar una marca personal. Estoy listo para dejar mis funciones cuando llegue el momento.