Cada 9 de enero recordamos el nacimiento de San Josemaría y su ejemplo de vida en servicio de Dios. «Dios no te arranca de tu ambiente, no te remueve del mundo, ni de tu estado, ni de tus ambiciones humanas nobles, ni de tu trabajo profesional pero, ahí, ¡te quiere santo!”, decía el fundador del Opus Dei.
El 26 de junio de 1975 falleció San Josemaría a causa de un infarto. A raíz de su muerte, la Santa Sede recibió miles de cartas solicitando la beatificación y canonización, que fue proclamada en el 2002 por San Juan Pablo II. Las personas que lo conocieron lo recuerdan como un hombre de gran fe, que amaba incondicionalmente a Dios y a los que lo rodeaban.
Devoción al santo de lo ordinario
San Josemaría es el Patrono de nuestra Iglesia y el de aquellas personas que acuden a escuchar la Santa Misa o algún
otro medio de formación que aquí se imparte. Uno de ellos es Polo, el hijo de Polo Umpierrez, supernumerario del
Opus Dei fallecido luego de una larga enfermedad hace pocos años. Polo hijo, un día me entregó una estampa con reliquia del – en ese entonces – “beato Josemaría”, que había heredado de su papá. «Tome, padre», me dijo, «Ud.
puede dar mejor uso a esta reliquia de San Josemaría».
En esos días yo debía visitar a una familia que me había pedido bendecir su hogar, por lo que llevé la reliquia. Luego de la bendición dejé la estampa a la familia para que durante nueve días la rezara por una intención familiar.
Así se van turnando la estampa del «santo de lo ordinario» diversas personas que vienen a la iglesia. Algunas quieren tenerla más tiempo, otras la tuvieron más días a causa del confinamiento. Al devolver la estampa, con agradecimiento comentaron: «gracias, padre, porque la hemos rezado mucho y nos ha ayudado a resolver nuestros problemas».