El 15 de agosto la Iglesia celebra la Asunción de la Santísima Virgen María. En este día recordamos la feliz partida de la Madre de Dios al Cielo.
Fue el Papa Pío XII quien, el 1 de noviembre de 1950, proclamó como dogma la Asunción de la Virgen, en la Constitución Apostólica Munificentissimus Deus.
La importancia que tiene esta fiesta para todos los católicos la encontramos en el Catecismo de la Iglesia, numeral 966: “La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos”.
Hoy, la creencia de la asunción del cuerpo de María es Universal, tanto en Oriente como Occidente. El Papa emérito Benedicto XIV (De Festis B.V.M., I, viii, 18) señala que este dogma es una opinión probable, cuya negación es impía y blasfema. “La Asunción recuerda la fe no la corrupción del cuerpo de María: en el momento de la muerte, la Virgen para los cristianos, subió a los cielos donde participa de la gloria de Dios, y a la que, añadió: Estamos llamados cada uno de nosotros y toda la Iglesia”, indica Benedicto.
San Josemaría también nos menciona que, a través de la Asunción, la Virgen nos muestra el camino hacia la Salvación. “Porque la Santísima Virgen no sólo es nuestro ejemplo: es auxilio de los cristianos. Y ante nuestra petición —Monstra te esse Matrem-, no sabe ni quiere negarse a cuidar de sus hijos con solicitud maternal”. (Es Cristo que pasa, 177).