El Año Litúrgico cierra todos los años con el inicio del Adviento, el tiempo de preparación para la venida del Señor en la Navidad. El último domingo del Año Litúrgico conmemora la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Este año ese día será el domingo 20 de noviembre.
En 1925 el Papa Pío XI instauró la fiesta de Cristo Rey con el fin de que los católicos reconociéramos en la vida pública y privada la realeza de Jesucristo. “Porque para instruir al pueblo en las cosas de la fe mucha más eficacia tienen las fiestas anuales de los sagrados misterios que cualesquiera enseñanzas, por autorizadas que sean, del eclesiástico magisterio”, escribió el Papa en la Encíclica Quas Primas. Aunque inicialmente la fecha quedó fijada para el último domingo de octubre, en 1969 se trasladó la fiesta al último domingo del calendario litúrgico. Así, la Iglesia nos dice que la meta de nuestra peregrinación terrenal es llegar a Cristo.
El Año Litúrgico nos muestra el camino que debemos seguir como cristianos. Empieza con la venida del Señor y termina con el reconocimiento del reino de Dios, lo que significa para nosotros la Salvación. La Solemnidad de Cristo Rey nos recuerda que nos dirigimos hacia el encuentro divino, aquel día en el que Jesús vendrá mandatario de la vida eterna. Tal como le dijo a Pilatos: “Mi reino no es de este mundo”.
A pesar de lo anterior, existe otra venida del Señor, que recibimos todos los días. Se trata de una venida inmediata, en la que Jesús se nos presenta a través de los Sacramentos, la oración y el Evangelio. La Iglesia nos enseña a reconocer la presencia del Señor en nuestras vidas cotidianas y a prepararnos para su venida final.
Lo que la Solemnidad de Cristo Rey nos debe recordar es que Jesús no es solo Dios por su promesa del Reino de los Cielos. Es Dios también en las acciones más sencillas de nuestra cotidianeidad. En cada gesto de amor encontramos a Dios, así como en el ejemplo de los santos Nuestras vidas están marcadas por la presencia de Jesús, que nos ha demostrado que Él es el camino.