El pasado 7 de septiembre la Iglesia celebró la canonización de San Carlo Acutis y San Pier Giorgio Frassati. En medio de la gran cantidad de publicaciones sobre Carlo, notamos que poco se hablaba de Pier Giorgio: un joven de 24 años que dejó una huella profunda en su tiempo y que sigue inspirando a nuevas generaciones.
En La Plena creemos que vale la pena detenernos también en su ejemplo. Por eso invitamos a uno de nuestros miembros, Hugo Cañarte, a compartir una reflexión personal sobre este santo con el que se siente identificado, cuya vida demuestra que la santidad no es algo lejano, sino un camino posible y lleno de alegría.

Reflexión de Hugo:
"Ni el padre Alfredo, ni Adelaide, Ni Luciana se habían dado cuenta de la luz que reinaba en su hogar.”
Con estas palabras, un político italiano amigo de la familia describió la vida de San Pier Giorgio Frassati durante su funeral.

Una vida que llenó de luz y alegría a todos los que lo conocieron. Algunos de sus conocidos lo describen como un bromista práctico, para muchos fue un férreo activista estudiantil católico y para otros, un enérgico misionero de pobres, pero al ver la noticia de su canonización, yo descubrí un joven normal locamente enamorado de Jesucristo. La canonización de San Pier me recordó que la santidad es - en palabras de otro santo - amar al mundo apasionadamente con el corazón de Cristo.
El día de la canonización de San Carlo Acutis y San Pier, mi feed estaba lleno de novedades de San Carlo y su vida. San Pier no era un nombre que conocía para nada. En uno de los posts que relataba la vida de ambos santos, me llamó la atención un comentario que decía: “ambos eran deportistas.” No recuerdo el deporte que mencionaba para San Carlo, pero el deporte de San Pier era el montañismo. Como aficionado a la escalada deportiva, eso despertó mi interés y empecé a leer más sobre su vida.
Su biografía, un estudiante de ingeniería mecánica, con concentración en minas por su amor a los pobres, me hacía sentir muy identificado con él. Además, un joven muy activo en la política de su época, conocedor de la cultura contemporánea, de grandes amistades, un poco inquieto, carácter enérgico y bromista, otras características me hacían encontrarme cada vez más visto en él, con una diferencia: cada rasgo de su personalidad dejaba traslucir el amor de Dios.

Investigando más sobre su vida y obra, concluyo en que Pier Giorgio era un tipo muy suyo. Con aficiones y opiniones muy propias, pero siempre en concordancia con lo que pensaba que Dios quería para él. Incluso su discernimiento vocacional es un razonamiento de una persona muy práctica, no escogió una vida de sacerdocio porque le era más fácil estar con los pobres siendo laico. Esto me hace pensar que, el amar a Dios no lleva a otra cosa que ser lo más auténtico que uno puede ser. Pier Giorgio era un auténtico joven católico: sin miedo de las circunstancias, inquieto, enérgico, bondadoso, revolucionario y deportista… vivía todas las cualidades de la juventud con un verdadero sentido cristiano.
La vida de Pier Giorgio nos recuerda que la santidad no es un ideal lejano, sino un proyecto de cada día. Ser santo, si bien implica un esfuerzo constante por ser mejor, es la mejor manera de vivir feliz. No se necesita ser raro y serio para serlo, un verdadero santo es alegre, auténtico y lleno de vida. Un santo es tan de Dios, que termina siendo profundamente él mismo.

Un llamado a los jóvenes de hoy
En La Plena creemos que testimonios como el de San Pier Giorgio muestran que la santidad no es un ideal lejano, sino un proyecto que se vive en lo cotidiano: en el trabajo, estudio, deporte y amistad. Parte de nuestra misión es crear espacios donde los jóvenes puedan dialogar, inspirarse y descubrir que la fe no limita, sino que potencia lo mejor de cada uno.
¿Qué piensas tú? ¿Cómo crees que se puede vivir la santidad en la vida diaria?