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Hombres de verdad: más allá de los estereotipos

Por Hugo Cañarte


La palabra masculinidad hoy despierta muchas preguntas, debates y hasta confusión. ¿Qué significa realmente ser hombre? ¿Es fuerza, control, éxito, reconocimiento? ¿O más bien algo más profundo, que tiene que ver con la forma en que un varón se entrega a los demás?

Vivimos en un tiempo en el que abundan los estereotipos de lo masculino: desde el hombre dominante y exitoso que parece tenerlo todo, hasta el hombre hipersensible que reniega de cualquier rasgo de firmeza. En medio de esos extremos, se hace urgente volver a la raíz y preguntarnos: ¿qué define de verdad a un hombre? ¿Cómo se expresa lo varonil en las relaciones, en el amor, en la fe y en la vida diaria?

En la serie Breaking Bad existe una escena icónica donde Walter le dice a Skyler, su esposa, todo enérgico que él no está en peligro, él es el peligro…. “I am the danger. I am the one who knocks”. La actuación es fantástica. Conversando con un amigo sobre esta escena, caí en cuenta de que, de cierto modo, ese es el estereotipo de hombre que tiene la sociedad actual. Es normal considerar que un varón es aquel que tiene poder, control, dominancia, éxito, dinero y mujeres. Todo esto siendo en el fondo cosas buenas, se distorsiona al buscarlas en cantidad y no en calidad. Estas características estereotípicas se han tergiversado olvidando que lo más varonil que puede hacer un hombre es hacerlo todo por el objeto de sus amores, eso es un hombre fuerte. Un hombre es realmente hombre cuando, sin tener certezas de las consecuencias de una decisión, está dispuesto a cualquier cosa por sostener la felicidad de los que ama. 

“Los caballeros caminan despacio porque tienen control sobre su tiempo”. Leí eso en un post en Instagram. Ahora, si bien el control es bueno y necesario, lo único que realmente se debe controlar es a uno mismo. Los sentimientos y pasiones controlados son propios de un hombre recio y maduro. Pienso en Job cuando le llegan las mil tragedias en el mismo instante y su reacción es masculinidad pura. Job rasga sus vestiduras, se rapa para vivir el duelo y se postró al suelo mientras decía… “El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó. Bendito sea el Nombre del Señor”. Dentro de la dureza y crueldad de la tragedia que acaba de vivir, controla toda su reacción para hacer un acto de sumisión a su amor más grande que es Dios. Es un acto de renuncia a todo lo que tenía para poner su confianza en Dios. Job es un ejemplo de masculinidad pura. Se cae el mundo y el alza la cabeza para buscar y ver el amor de Dios. 

“La he visto y me ha mirado, hoy creo en Dios”. Así escribe Becquer en una de sus rimas. Y creo es la imagen más cercana a como San José debió ver a la Virgen. Frente al don juan que es visto como estereotipo de éxito masculino, San José es una figura que pone la vara de la masculinidad en lo más alto que puede haber. Me gusta imaginar los ojos con los que San José debió ver a su Señora. Una mira limpia, impoluta, llena de amor fuerte, recio varonil y tan delicado y dulce como se puede humanamente ser. Cuantos ejemplos de un San José que calla, medita y sufre en silencio todo para poner su ser al servicio de Dios a través de la Virgen y de Jesús. Probablemente no entendía muchas de las cosas que pasaban alrededor de él, pero estaba atento y presto a hacer lo más feliz que pudiese a sus amores, ¡Y qué amores! Que ejemplo da José de paternidad y amor varonil. Un hombre que muestra que el amor no es más que vivir para la persona amada. 

“Ser el hombre al que todos miren en el funeral de tu padre… que noble aspiración a tener.” Jordan Peterson mencionaba esta idea en una entrevista. El hombre masculino no es aquél que está dispuesto a pasar por encima de todos, sino al que todos miran con confianza absoluta cuando la realidad abruma. San Maximiliano Kolbe fue así. En un momento en el que todo se ve perdido, y que quizá más de uno se hace de la vista gorda ante el sufrimiento del otro San Maximiliano pidió ser el reemplazo de un desconocido. ¡Eso es ser un varón! Ante el sufrimiento del débil, ante el dolor del otro, acercarse y apoyarlo para salir. Este caso extremo es una muestra clara de la masculinidad necesaria para el mundo. Un corazón dispuesto a dejarse en el piso para que otros pisen blando. Eso no es para nada debilidad, para servir así hace falta una virtud inmensa, admirable. Un hombre de verdad es aquel que ante el dolor ajeno, es capaz de ir hasta la muerte para que otros encuentren la felicidad.

Lo masculino, lo varonil se han trastocado hoy en día. La idea de lucha entre quién puede más entre el hombre y la mujer ha generado ideas contrapuestas de lo que es un hombre de verdad, un varón. Por un lado muestran la sobre-sensibilidad de un hombre como la epitome de masculinidad y por el otro un hombre descarnado, ensimismado, que usa al resto de personas como bienes materiales. La fe católica nos da una luz inmensa sobre la masculinidad, sobre ser un varón a carta cabal. Un hombre de verdad es aquel que si bien se puede poner encima de las circunstancias y ser medido y controlado lo hace solo por servir, por amar. Un hombre es sereno, fuerte y apasionado. Un hombre de verdad es aquel que, decididamente está dispuesto a renunciarse por el bien y felicidad de los demás.

Hoy lo masculino necesita ser repensado y redescubierto a la luz de ejemplos reales de virtud, fortaleza y servicio. Ser hombre no es una competencia de poder, sino una vocación al amor.


Por eso queremos invitarte a profundizar juntos en esta pregunta en nuestra próxima charla:




Una oportunidad para repensar la masculinidad, no desde los estereotipos, sino desde la verdad del amor y la fe.

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